La extraña bolsa del suero,
tapizada de etiquetas informativas
derrama tristemente sus pequeñas lágrimas saladas.
Lágrimas de dolor invisible,
de padecer irreversible,
lágrimas lánguidas
y silenciosas
deslizándose suaves,
sin remedio,
insoportablemente lentas,
ya perdidas, en su propia muerte imparable
a través de un cordón umbilical transparente y aséptico,
siguiendo la triste suerte de un extraño torrente,
frío,
más bien
gélido, silencioso
empapado de punzante dolor acuoso,
en aquél estrafalario ser plastificado y brillante que dueño de su propio ritmo, acompasado y monótono
se erguía ante mi cama como un anticuado y extraño reloj de agua.
Publicado por Toni Lázaro el 14-10-2008
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